
análisis FUNCIONAL del comportamiento
¿A qué llamamos «conducta»?
Llamamos conducta o comportamiento a cualquier acción realizada por un organismo, tanto animal no humano como humano. Por ejemplo, un gato puede comer, demandar una golosina, perseguir su juguete favorito, ronronear en nuestros brazos, mostrar agresividad hacia otro gato, tener respuestas de temor ante la presencia de una tormenta, esconderse debajo de la cama cuando aparece un extraño, y todas estas acciones son consideradas conductas. Cualquier tipo de interacción entre un organismo y su ambiente se denomina conducta. Las conductas pueden ser públicas, como cuando un gato maúlla, o privadas, como cuando a un gato se le acelera el ritmo cardíaco frente a una situación aversiva. También pueden ser reflejas, como cuando un gato retira su pata al tomar contacto con una estufa caliente, u operantes, como cuando un gato demanda su ración de comida si su plato está vacío. Algunas conductas son innatas, como cuando un gato marca con sus uñas el sillón favorito de su tutor para dejar su rastro olfativo, mientras que otras son aprendidas, como cuando un gato marca con sus uñas el sillón favorito de su tutor para obtener su atención. Las conductas pueden ser simples, como retirar la pata de la estufa caliente, o complejas, como evitar la estufa caminando por arriba de un mueble. Todas estas manifestaciones conductuales están sujetas a leyes naturales que son comunes a todas las especies, conocidas como las leyes del aprendizaje. Por último, es importante comprender que la conducta de un organismo no está ni dentro ni fuera del mismo, simplemente no está, ya que sus propiedades no son estructurales, sino relacionales.
¿A qué llamamos «ambiente»?
Llamamos ambiente al conjunto de estímulos que afectan las conductas de un organismo, incluyendo tanto estímulos externos como internos, como un dolor o malestar. Los estímulos del ambiente pueden ser antecedentes, como el sonido de una lata de atún que atrae la atención del gato, o consecuentes, como la porción de atún que refuerza dicha atención. Es importante destacar que no todos los elementos del ambiente son estímulos en sí mismos, ya que para adquirir dicha función deberían estimular al organismo de alguna manera.
¿Qué es una «función»?
Las conductas pueden ser analizadas según distintos parámetros, entre los que se incluyen su morfología (forma), frecuencia, intensidad, duración, esfuerzo, coste, latencia, persistencia, elección, flexibilidad y función. La función se refiere al papel que cumple una conducta en un determinado contexto, similar al rol que tiene un actor o actriz en una película. Por ejemplo, Que nuestro gato se acerque al sillón, se afirme en el suelo con sus patas traseras y comience a rascar el respaldo con las delanteras, constituye la forma de la conducta. Sin embargo, una misma forma de conducta puede adquirir diferentes funciones dependiendo del contexto en el que se manifiesta. Por ejemplo, en nuestra presencia, puede adquirir la función de llamar nuestra atención, en determinadas horas del día, la de marcar su territorio y después de jugar intensamente con su compañero felino, la de regular el estado de tensión. Además, diferentes formas de conducta pueden adquirir la misma función, como maullar exageradamente, rascar el sillón, morder los cables, mordernos a nosotros o perseguir a su compañero felino, que todas podrían adquirir la función de llamar nuestra atención.
¿Qué es el «Análisis Funcional del Comportamiento (AFC)»?
El Análisis Funcional del Comportamiento o Análisis Funcional de la Conducta (AFC) , es una metodología científica que nos permite describir, explicar, predecir y controlar todas las variables funcionales que afectan el comportamiento de un organismo, con independencia de la especie y del tipo de conducta a analizar. La selección e implementación de los programas de Modificación de conducta adecuados a cada caso surgen de un AFC previo.
¿Qué es la «Modificación de conducta»?
Llamamos Modificación de conducta a la aplicación sistemática de los procesos de aprendizaje pre-asociativos y asociativos, cuya finalidad es la adquisición, modificación y/o extinción de cualquier tipo de conducta.
¿Puede aplicarse el AFC al comportamiento de un gato?
El AFC puede aplicarse tanto al comportamiento humano como no humano, y no necesariamente a los comportamientos problemáticos. El AFC a probado su eficacia en el ámbito clínico, deportivo, institucional, educativo y, por supuesto, en el entrenamiento y en el mejoramiento del bienestar animal.
«El Análisis funcional permite analizar la conducta de cualquier organismo animal. Los procesos de aprendizaje no solo permiten explicar cualquier tipo de conducta, sino también la conducta de cualquier organismo. Con independencia de la especie, del momento histórico en que se viva o la cultura en la que cada uno haya crecido y a la que pertenezca, las leyes del aprendizaje operan de la misma manera. Los principios de conducta son universales, y por ende es posible utilizar esta metodología para todos los casos. Así mismo, el Análisis de la conducta asume el supuesto de equipotencialidad, según el cual las leyes fundamentales de aprendizaje operan para todos los organismos de diferentes especies. Desde una perspectiva darwiniana, los procesos de aprendizaje son producto de la evolución y, teniendo en cuenta la continuidad entre las especies, resultan comunes a todas ellas».
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María Xesús Froxán Parga. Dra. en Psicología. Profesora de la UAM en el área de Modificación de Conducta. Coordinadora e investigadora en Análisis de la Conducta. Docente y referente mundial en Análisis Funcional de la Conducta.
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¿En qué se diferencia el AFC de otras metodologías diagnósticas?
Los diagnósticos conductuales de disciplinas ajenas al AFC, como el modelo biomédico, se limitan a describir superficialmente las conductas problemáticas o «patológicas» del gato, sin ofrecer estrategias efectivas para resolverlas. Utilizan etiquetas diagnósticas como ansiedad, hiperactividad, pica, hiperestesia, agresividad, estrés, etc., que no proporcionan una explicación clara y concluyente de lo que está sucediendo con el gato y por qué sucede. Por lo tanto, estos diagnósticos resultan poco útiles para abordar los problemas conductuales del gato y para implementar una intervención eficaz.
Diagnosticar que un gato muerde porque «es agresivo» o que se lame en exceso porque «tiene estrés» (dos etiquetas diagnósticas comunes) son ejemplos de explicaciones circulares (tautologías) que no explican nada. Si decimos que un gato bufa y muerde porque es agresivo, entonces la pregunta que surge es «¿por qué es agresivo?» Si la respuesta es «porque bufa y muerde», entonces estamos frente a una explicación tautológica. Si la respuesta es «porque estaba enojado por haberlo llevado al veterinario», estamos frente a una explicación mentalista (imposible de corroborar o refutar). Y si la respuesta es «porque sus niveles de serotonina cerebral están bajos...», estamos frente a una explicación reduccionista que no solo es poco confiable, sino que solo conduce a la alternativa de intervención con psicofármacos. En resumen, para abordar los problemas conductuales del gato de manera efectiva, se requiere un enfoque basado en el AFC, que se centre en la función de la conducta y en la identificación de los factores ambientales que influyen en ella.
Te invito a leer mi artículo sobre pseudo-explicaciones sobre comportamiento felino en el siguiente link:
https://www.educadorfelino.com.ar/post/pseudoexplicaciones
Debemos entender que las «patologías de conducta» NO existen. La conducta es la relación entre la acción del organismo y su ambiente, por lo tanto, las conductas NO pueden enfermarse, se enferman los organismos que se comportan. El nivel de análisis conductual debe ser siempre agencial (relación entre el organismo y su ambiente) y no subagencial (médico). La única metodología validada científicamente que nos permite detectar qué procesos de aprendizaje controlan y mantienen un determinado comportamiento. y qué técnicas y procedimientos debemos implementar para orientarlo en una dirección deseable, es el AFC.
Ejemplo de un «diagnóstico tautológico» asociado con el lamido excesivo y a una alopecia psicógena:
Después de descartar causas orgánicas, la alopecia psicógena (pérdida de pelo en zonas del cuerpo debido al lamido o rascado excesivo) a menudo se atribuye al estrés, pero este diagnóstico superficial no proporciona una solución efectiva. Para reducir el estrés, se suelen aconsejar cambios en el entorno del gato y la utilización de feromonas sintéticas, pero estos procedimientos comúnmente fracasan. Al sentirse desesperados, algunos tutores incluso recurren a métodos alternativos poco científicos, como la telepatía con animales, reiki, etc., que por supuesto tampoco funcionan. Como último recurso (aunque para algunos profesionales pareciera ser el primero), se administran psicofármacos, pero estos no siempre son efectivos (*) y tienen efectos secundarios que en los gatos todavía no están suficientemente estudiados.
(*) «Está comprobado que el uso de psicofármacos tiene efectos secundarios que deben ser monitoreados permanentemente y que no modifica conductas, sino que, en determinados casos, pude apoyar el entrenamiento del animal». Manual de comportamiento en pequeños animales. Debra F. Horwitz, Daniel S. Mills, Sarah Heath. Ediciones BSAVA (British Small Animal Veterinary Association).
¿Puede la conducta excesiva de ese gato ser función de otras variables que nada tienen que ver con estrés? Por supuesto, acá va un ejemplo:
1era fase: Adquisición de la conducta problema:
Es probable que el gato experimente emociones placenteras al recibir la atención diaria de su tutor en forma de juegos, mimos y comida, lo que refuerza las conductas de búsqueda de atención del gato en presencia del tutor. En un momento en el que los horarios laborales del tutor cambian, la rutina del gato se ve afectada y su tiempo de interacción y la calidad de la atención disminuyen. Como resultado, el gato experimenta una sensación de frustración y aversión emocional, lo que lo lleva a emitir otras conductas que intentan reducir estos efectos negativos, como lamerse o rascarse en exceso. Estas conductas proporcionan una regulación emocional temporal, pero...
2da fase: Mantenimiento de la conducta problema:
El tutor del gato, al presenciar la conducta problemática de lamerse y rascarse de forma excesiva, decide utilizar distractores como comida, juegos y retos, lo que produce una interrupción inmediata de dicha conducta. Sin embargo, después de un tiempo, el gato vuelve a emitir la conducta problema y el tutor recurre nuevamente a los distractores para interrumpirla. De esta forma, la conducta problema, que inicialmente tenía la función de regular un estado emocional aversivo pasajero, comienza a adquirir la función de un estímulo discriminativo de la respuesta de atención del tutor. Esta respuesta es reforzada positivamente por el tutor, lo que aumenta la probabilidad de que el gato emita la conducta en esa situación específica.
Este es un ejemplo de cómo la intervención del tutor adquiere la función de refuerzo y mantenimiento de la conducta problema, en lugar del estrés como se había considerado anteriormente.
Es importante aclarar que tanto la 1era fase de adquisición como la 2da fase de mantenimiento pueden detectarse mediante un Análisis Funcional de la Conducta y orientarse exitosamente mediante la implementación de los programas de Modificación de Conducta más adecuados.
¿Esto es así en todos los casos? Por supuesto que no. Debemos comprender que cada caso es único y responde a dinámicas muy diferentes, aunque las conductas sean parecidas.
El Análisis Funcional del Comportamiento es la única herramienta efectiva y validada experimentalmente para describir, explicar, predecir y controlar todas las variables que intervienen en las conductas a modificar, incluyendo aquellas variables orgánicas que, de ser funcionales a la conducta problema, se derivarán a un veterinario para su correspondiente tratamiento médico.