La relación que tengamos con nuestros gatos dependerá, en gran medida, del tipo de vínculo de apego que hayamos generado con ellos. Es fundamental entender que dicho vínculo puede variar de un gato al otro, independientemente de haberlos criados a todos juntos y de la misma manera. Cada gato es único y cada vínculo con ellos también lo es.
VÍNCULO DE APEGO
Fomentar un buen vínculo de apego con cada uno de nuestros gatos es la clave para que la relación sea sana y positiva. Pero, ¿a qué llamamos vínculo de apego?
En Análisis Funcional de la Conducta, definimos al vínculo de apego como un historial de intercambio de reforzadores (mimos, comida, juegos, etc.) entre dos individuos (en este caso, entre nosotros y nuestro gato) que hace que la misma interacción se condicione apetitivamente provocando respuestas emocionales asociadas con placer, felicidad y, sobre todo, seguridad. Por lo tanto, cualquiera de los sujetos que se encuentre en una situación de disconfort o de potencial peligro (generalmente nuestro gato), incrementará las probabilidades de emitir respuestas operantes de acercamiento hacia nosotros con el fin de reducir su ansiedad.
Vínculo de apego desadaptativo
Si el vínculo de apego que hemos generado con nuestro gato es insuficiente o de mala calidad: desatendemos sus necesidades, lo ignoramos durante todo el día, lo castigamos por cualquier cosa de forma inapropiada, etc., dicho vínculo terminará deteriorándose hasta romperse definitivamente. Por el contrario, un vínculo de apego demasiado exagerado: sobreprotección y una mala interpretación y gestión de sus necesidades, podría llevar al gato a manifestar respuestas desadaptativas como una dependencia excesiva hacia nuestra presencia y la manifestación de comportamientos asociados con la llamada ansiedad por separación. Comportamientos que aparecerán con mayor frecuencia en aquellas situaciones en las cuales debamos separarnos durante un tiempo de su lado (trabajo, vacaciones, etc.).
Los tutores que mantienen un contacto diario con sus gatos, partiendo de un vínculo de apego adaptativo (ni deficiente, ni excesivo), se convierten en referentes sociales de bienestar y seguridad muy importantes para ellos.
TIPO DE INTERACCIONES
Diversos estudios han demostrado que los gatos aprenden fácilmente a discriminar entre dos o más personas según el tipo de interacción que tengan con cada una de ellas (Davis et al., 1997; Davis y Taylor, 2001).
En un principio, esta discriminación simple dependerá del tipo de interacción que cada uno de nosotros mantenga con su gato: relajada y placentera, de juego tranquilo, de juego intenso, de ignorancia mutua o de intolerancia. Las respuestas de acercamiento y búsqueda de contacto, así como las de escape/evitación o de agresión dependerán de dicha interacción y se mantendrán de acuerdo a un mecanismo de reforzamiento negativo (evitar un estímulo aversivo) o positivo (acceder a un estímulo apetitivo). Por ejemplo, no es extraño ver a un gato manifestar un juego mucho más intenso y agresivo con un miembro de la familia, que suele responder de la misma manera a dicho juego (reforzamiento positivo), que con otro que, inmediatamente, interrumpe la interacción en cuanto el juego sube de intensidad (castigo negativo).
Para comprender las causas de una interacción indeseable o negativa entre el gato y su tutor, será necesario realizar siempre un análisis funcional que involucre todas las variables que forman parte de dicha interacción. Comprender como operan dichas variables nos permitirá, luego, modificarlas y mejorar el problema.
¡La calidad de las interacciones es mucho más importante que la cantidad de interacciones! Cuando aprendemos a identificar cuáles son las actividades preferidas de nuestros gatos, e interactuamos con ellos teniendo en cuenta sus preferencias, es más probable que estos desarrollen respuestas emocionales y conductuales apetitivas hacia nosotros. De esta manera, estaremos fortaleciendo un vínculo de apego sano.
Observando a mi gata Aixa he aprendido qué tipo de mimos le gusta, dónde y cuándo le gusta. De esta manera, he fortalecido un vínculo de apego sano y positivo en donde ella disfruta mi compañía y yo la de ella.
Mantener una rutina diaria de actividades estimulantes para nuestros gatos: mimos, sesiones de cepillado, comida, paseos con pretal, juegos, etc. resulta fundamental para la relación. No es necesario dedicarle muchas horas diarias a estas actividades. Basta con un par de minutos al día para que el vínculo de apego con nuestros gatos se fortalezcan de forma sana. Te recomiendo leer el artículo «Cómo acariciar a un gato y no morir en el intento» que publiqué originalmente para ethicalbreeding.org el 30 de Julio de 2019 y que podés encontrar en este mimo blog:
¿RECONOCEN NUESTROS GATOS LAS PALABRAS DE AFECTO?
En mi opinión sí, y es por eso que siempre recomiendo que, al acariciar a nuestro gato, le hablemos afectuosamente y, sobre todo, utilizando el mismo tono de voz. Esto tiene una base científica basada en un Condicionamiento clásico.
El Condicionamiento clásico de nuestras palabras de afecto con respuestas emocionales apetitivas
Iván Pávlov (1849 - 1936) fue un médico y psicólogo ruso cuyas investigaciones en el campo de la fisiología del aparato digestivo lo llevaron a descubrir en el año 1904 la función que cumplen los llamados reflejos condicionados. Mediante sus experimentos con perros y con sonidos como el de un diapasón, Pávlov sentó las bases del Condicionamiento clásico, revolucionando de esta manera la historia de la psicología científica y del estudio del comportamiento animal humano y no humano.
Iván Pávlov en su laboratorio junto con sus colaboradores y uno de sus perros.
Condicionamiento clásico de la respuesta refleja de salivación del perro
Para este experimento, Pávlov emparejaba repetidas veces un estímulo incondicionado (un poco de polvo de carne que provocaba la respuesta refleja de salivación del perro) con un estímulo neutro (el sonido de un diapasón que no provocaba ninguna respuesta refleja). Tras varios ensayos de condicionamiento, el sonido del diapasón era capaz de provocar la respuesta de salivación del perro sin la presentación del polvo de carne.
Así como las respuestas fisiológicas pueden condicionarse clásicamente y manifestarse frente a estímulos que, antes del condicionamiento, eran neutros para el animal, las respuestas emocionales siguen las mismas leyes del condicionamiento, como lo demostró J. B. Watson y Rosalie Rayner en el año 1920 al condicionar una respuesta de miedo en un niño de 11 meses. Un controversial pero trascendental experimento que revolucionó la historia de la psicología y que se conoce como: El experimento del pequeño «Albert».
Cuando nosotros acariciamos a nuestros gatos, y ellos responden con ronroneos, frotamiento de su cabeza y acicalamiento -señal de que están disfrutando de ese momento- podemos aprovechar para hablarles y dirigirles palabras de afecto utilizando siempre el mismo tono de voz. Será nuestro tono de voz, y no lo que decimos, el que terminará emparejándose con las muestras de cariño físico, agradables para el gato, mediante el proceso de Condicionamiento clásico. Con el tiempo, la sola presencia de estas palabras de afecto, aún sin el contacto físico, podrán elicitar en nuestros gatos las mismas respuestas emocionales asociadas con el placer y goce que sienten al recibir nuestras caricias. Nuestras palabras (estímulos condicionados apetitivamente) podrían llegar a calmar la ansiedad de nuestros gatos en aquellas situaciones aversivas, como la visita a una clínica veterinaria, un viaje, o la mera presencia de extraños en la casa. Es una cuestión de amor, pero también de ciencia.
LA ANSIEDAD POR SEPARACIÓN
La ansiedad por separación varía de acuerdo al vínculo de apego que cada tutor haya generado con su gato, normalmente un vínculo desadaptativo. Muchas veces, la sobreprotección y una mala interpretación y gestión de las necesidades del gato, terminan provocando una dependencia exagerada y la manifestación de respuestas de ansiedad que aparecen al ausentarnos de su lado. He tenido la ocasión de trabajar con todo tipo de casos, desde los menos graves: Gatos que maullaban durante horas al ausentarse el tutor, a los más graves: Una gata que literalmente no comía si su tutora no le daba de comer en brazos.
Algunas manifestaciones de ansiedad por separación en el gato:
Antes de ausentarnos, o al regresar, nuestro gato nos sigue por toda la casa sin separarse de nosotros.
Conductas extrañas que aparecen inmediatamente al regresar.
Vocalización excesiva antes o inmediatamente después de nuestra partida, pero que duran mucho tiempo.
Eliminación inadecuada de orina, aunque también pueden ser heces. Esta suele aparecer cerca de la puerta de salida, en nuestra ropa, cama o sobre otros efectos personales que se encuentran impregnados de nuestro olor.
Acicalamiento exagerado, muchas veces con presencia de lesiones en la piel.
Demandas exageradas de atención, pudiendo manifestar respuestas agresivas al ignorarlas.
Es importante recalcar que la manifestación de uno de estos comportamientos -o un grupo de ellos- no debe ser etiquetado apresuradamente como un problema de ansiedad por separación, sobre todo sin haber implementado un análisis funcional que determine las funciones que cada comportamiento adquiere en la secuencia analizada.
¿Qué podemos hacer?
Existen programas de Modificación de conducta que han demostrado ser muy efectivos a la hora ayudar a nuestros gatos a enfrentar este tipo de problema. Cada gato y cada situación doméstica es única y requiere de una evaluación particular, no existiendo recetas generales aplicables a todos los gatos ni tips mágicos. Siempre debemos consultar con especialistas en Análisis Funcional y Modificación de conducta debidamente formados y, sobre todo, que acrediten experiencia en la aplicación de estas técnicas.
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